EL MARISCO QUE VINO DE ESCOCIA

Quizá sea la aventura uno de los pocos atractivos que el oficio del camión ofrece a sus hombre. Cualquier tipo de transporte tiene un componente de improvisación e incógnita que, poco a poco, se va despejando a medida que los kilómetros se almacenan en el tacógrafo y el deseo de llegar se acrecienta en relación directa a la fatiga que hace mella en los hombros y en la espalda.

Sin duda, ese componente de riesgo y lucha es el que convierte a nuestros hombres de la ruta de larga distancia en pequeños “quijotes”, que en infinidad de ocasiones van acompañados de sus “sanchos” particulares, por esos mundos de Dios llevando productos del país y retornando con las más variadas mercancías desde los puntos más inverosímiles del viejo continente.

La droga dura en que se convierte el gasoil una vez que lo has probado, hace que solo sientas alivio cuando pones en marcha el potente motor de tu camión y todo tu mundo queda de pronto encerrado en la mágica pantalla del parabrisas, por la que discurrirán en cadena y en una gama completa de sensaciones, todos los paisajes, pueblos y ciudades que la mente pueda imaginar y que son imposibles de plasmar con palabras. Quizá los pinceles de un maestro de las Bellas Artes lograran acercarnos a esas realidades que cotidianamente tenemos el placer de admirar y que en la era del átomo suplantamos por el objetivo fotográfico de un buen profesional.

Existe una grandeza en la carretera que viene a confirmar el carácter noble e independiente de sus gentes, que hace a un hombre sentirse realizado profesionalmente y a la vez le convierte en dueño y señor de su destino desde el mismo momento en que rueda los primeros kilómetros de su viaje, hasta que cansado retorna a casa con el corazón un poco embargado por la nostalgia, pero feliz. Esa grandes se llama LIBERTAD.
Pocos trabajos gozarán de la emancipación que supone el saber que desde tu cabina sólo tienes el cielo arriba y la ruta a tus pies que serpentea hasta el horizonte tras el cual se encuentra du destino.
Por eso a la hora de saltar al asfalto no existen diferencias entre conductores asalariados o autopatronos. La carretera no concede favores y es la razón de una solidaridad que sobre todo en tiempos pretéritos hermanaba a todos los hombres del camión.

Las rutas nacionales resultan todas atractivas, más son aquellas en las que es obligado el paso por una o varias fronteras, en las que lo desconocido, la dificultad de comunicarte y las costumbres indígenas, tal vez extrañas para nuestro temperamento latino y que ponen ese toque de aventura que las hace más deseables y seductoras.

RUMBO A LA PÉRFIDA ALBIÓN

Entre la gran variedad de tráficos que nuestro país mantiene con los de la CEE, existe uno que se desarrolla entre las Islas Hébridas, en el norte de Gran Bretaña y la verde Asturias y que por su espectacularidad y kilometraje hace tiempo que deseaba realizar. Se trata del transporte de mariscos vivos que capturados por los pescadores escoceses en las bravía aguas del mar del Norte, son traídos hasta la península Ibérica para regocijo y deleite de los amantes de los frutos de la mar.

Resulta difícil de asimilar que los hábitos alimenticios de los habitantes de aquellas frías tierras desperdician el sabroso bogavante, la langosta, el buey de mar, la nécora, etc, y prefieren el roast-beef y los huevos con bacon, más ello hace que los precios resulten asequibles para nuestros importadores, creándose un comercio regular de buenas rentabilidades.

La explotación exhaustiva e incontrolada de nuestra plataforma continental hace que los mariscos autóctonos alcancen precios prohibitivos para la inmensa mayoría de los españolitos a los que de vez en cuando, nos alegra saborear esas deliciosas piezas gastronómicas.

Bien es verdad que su calidad y sabor son algo inferiores a los crustáceos gallegos e incluso levantinos, pero nuestro bolsillo se muestra agradecido a la hora de hacer efectivo su importe en el restaurante.
Dicen que los refranes son tópicos, mas encierran gran parte de verdad y son la salsa de nuestra idiosincrasia como pueblo viejo. Aferrándome a aquel de que…”quien tiene amigos, tiene una mina”, me puse en contacto con un antiguo compañero de transporte internacional, José Mari Sánchez al que hacía años había perdido el rastro y que ahora es el encargado de realizar este cometido con su camión para la Cetárea El Rinconín S.A. de Gijón. Su gerente, Rufino López me otorgó todas las facilidades para efectuar este viaje como ayudante y “tirador” del chofer del frigo, otro veterano y entrañable colega, Angel Mariño Álvarez, con la condición previa de coger el volante como es debido y colaborar en la carga del camión allá en Escocia. Ningún problema. Es mi trabajo y espero que para mi jefe y compañero de aventura merezca el aprobado mi faena en su dura tarea.

UNA HERRAMIENTA PERFECTA

La espectacularidad del transporte comienza en el propio vehículo con el que se efectúa. Un semirremolque Fruehauf de rodaje trident con suspensión neumática, carrozado por SOR Ibérica y dotado de refrigerador Thermo King que regula automáticamente su temperatura según las características de la mercancía. En su interior diez tanques de poliéster albergarán el marisco vivo repletos con agua de mar, que a su vez es “oxigenada” por dos motores alojados en el lado izquierdo del semi. Solo uno de ellos va funcionando durante el viaje, quedando el segundo en reserva para cualquier contratiempo y entrando en funcionamiento de forma automática en caso de una parada del motor principal. Resulta de una importancia capital su correcta puesta a punto pues el agua no puede estar más de diez minutos sin airear so pena de muerte de la preciosa carga cobijada en los tanques.

Para traccionar tan singular gabarra, disponemos de un potente Iveco TurboStar 19.480 cuya fiabilidad, poderío y casta quedaron patentes durante los 5.000 kilómetros de recorrido cruzando el norte de España, gran parte de Francia y toda la isla de Gran Bretaña de sur a norte. José Mari, el patrón, cuenta con dos choferes y él mismo en alguna ocasión para hacer este transporte tan exigente. Tengamos en cuenta que la salida se realiza todos los viernes sin excepción regresando el jueves de la semana siguiente. El tiempo transcurrido entre la llegada y la salida próxima es de veinticuatro horas escasas. Con este turno uno de ellos descansa toda la semana laborando las dos siguientes.

Un cinco de Enero y sacrificando la Fiesta de Reyes en aras a un buen trabajo, me reuní en la cetárea con José Mari y Ángel. Todo estaba listo. Nicasio Gómez, jefe de mantenimiento y transportista en otros tiempos nos tiene a punto el camión y el semi. Nos da las últimas instrucciones para el camino y nos desea buena suerte con una afable palmada en el hombro.

Atrás va quedando Gijón y su bella bahía donde se ubica la Cetárea El Rinconín. Sin pérdida de tiempo enfilamos la N-534 hacia Santander y que tras cruzar Bilbao y llegar a Irún haremos frontera por el paso de Biriatou. Previamente en el último área de servicio de la autopista repostamos completos de combustible pues su precio en Francia e Inglaterra así lo aconseja. A pesar de estar prohibido por las autoridades francesas entrar con el tanque lleno, la veteranía de mi compañero solventa la papeleta sin dificultad alguna.
El retorno de los portugueses hacia sus puestos de trabajo en la Europa Comunitaria tras disfrutar de las fiestas navideñas en su tierra, nos demoró casi una hora el pase fronterizo. La gasolinera estaba tan repleta de coches, autobuses y camiones que hasta se nos hizo difícil incluso el aparcamiento.

Serían las tres de la madrugada nada más rebasar Bayona, cuando las literas del Iveco nos dieron cobijo para unas horas de sueño reparador. Una manía. Ángel tiene predilección por la litera superior y así lo hizo también en el ferry. Nada que objetar. El jefe es el jefe y particularmente pienso que se duerme mejor en la de abajo.

Por la mañana nos acicalamos y desayunamos en un routier de La Landas y proseguimos ruta en dirección a Burdeos y La Rochelle. A la hora de comer nos dio alcance Steve Parker, un joven y espigado “driver” inglés que trabaja el marisco desde Paigton, en la comarca sur de Inglaterra y que viene casi todas las semanas a España con un Daf de tres ejes un tanto vetusto, pero eficaz.
La feraz y cuidada campiña francesa fue testigo de nuestro raudo caminar en dirección a Nantes, Rennes para arribar con las primeras sombras de la noche a Roscoff, pequeño puerto bretón donde a media noche embarcaremos dirección Plymouth.

CAMIÓN AL AGUA

Por necesidades de la bodega del buque la operación de embarque tuvo que realizarse marcha atrás. El personal de a bordo fijó la tractora y el semirremolque con cadenas y tensores a la cubierta del barco. Nosotros hicimos acto de presencia en la recepción donde una simpática azafata nos asignó el camarote.
Según Ángel la calidad y cantidad del bufet del “Quiberón”, nombre del ferry, ha bajado sensiblemente en los últimos tiempos y debido al cambio de la casa consignataria. A pesar de estas carencias dimos buena cuenta de la cena y tras el café de rigor nos fuimos a dormir.

El tintineo insistente y antipático de una campanilla en el pasillo nos puso en guardia a las seis de la madrugada, noche cerrada aún. Subimos a cubierta creyendo estar atracados y nada más lejos de la realidad, Hasta las diez no se procedió al desembarco.
Siempre tuve en el pensamiento que el circular por las rutas inglesas comportaría alguna dificultad debido a la ubicación contraria del puesto de conducción. No existe problema alguno. La cortesía y educación de los conductores británicos hace que el rodar por sus carreteras y autopistas sea un juego de niños para los conductores profesionales. En el mismo momento de accionar el intermitente para indicar una maniobra, el vehículo que circula detrás de ti contesta con una ráfaga para darse por enterado de tus intenciones y mostrarte así su conformidad. Puedes maniobrar tranquilo, él te respetará en toda circunstancia.

Encontré tal vez un poco extraño entrar en plazas y rotondas por la izquierda, así como en vías de un solo sentido, rozar las ramas de los árboles con la parte superior de la cabina y en el lado del conductor, recibiendo la impresión de chocar contra ellas.

Continuamos rodando por autopistas y autovías hasta Glasgow, terminado en esta ciudad la ruta fácil para afrontar los 300 kilómetros siguientes por carreteras estrechas, de segundo orden y que nos fueron adentrando en las Highlands (tierras altas), de Escocia con sus paisajes de salvaje belleza y fría temperatura, que nos indicaba sin error a la altura geográfica a la que nos hallábamos. Cinco grados de latitud al norte de Moscú. El entorno es pardo y estepario. Abundan los ríos en los que el salmón es una riqueza bien explotada por los ribereños. Más no es hierba lo que cubre el suelo a pesar de la humedad, son arbustos los que tapizan el terreno y le confieren tonos dorados similares al trigo en sazón de las mesetas castellanas. A pesar de su pobreza sirve de pasto al ganado bovino y gran cantidad de corzos y ciervos que empujados por las nieves de las cumbres, bajan casi hasta el borde de la carretera haciendo perder la atención a los conductores con su majestuosa presencia.

Tras pernoctar en un hotelito de la localidad escocesa de Tyndrum continuamos ruta hacia Kyle of Lochalst siendo sobrevolados entre las montañas por un caza de combate de la RAF (Royal Air Force) que efectuaba sus entrenamientos de vuelo rasante. El susto fue de órdago.
Debido a su situación en el archipiélago de las Hébridas en el norte de Escocia, en invierno amanece a las nueve de la mañana y comienza a oscurecer entre las cuatro y las cinco de la tarde.

El sol comenzaba a ocultarse tras las cumbre nevadas cuando cerca ya de nuestro destino en el pueblecito de Dornie, hicimos un breve alto en el camino para contemplar la siniestra belleza de su castillo, rodeado por un mar embravecido que coronaba las crestas de las olas con puñados de blanca espuma. En el hallaron la muerte más de doscientos españoles que por orden de Felipe II acudieron en ayuda de la católica Escocia en sus guerra de religión contra los anglicanos. Está visto que nuestro “quijotismo” no cambiará nunca.
Una vez llegados a Kyle, acercamos el camión a la mar en una rampa cercana al embarcadero y procedimos al llenado de los tanques con agua marina para el marisco. Acabada la operación tomamos el pequeño transbordador que nos condujo hasta la isla de Skye, la más próxima a tierra de las Hébridas.

Por una estrecha senda en la que justo entraba el camión dimos vista por fin a Broadfod, lugar donde al día siguiente iniciamos la carga. Las empleadas de MBBS, empresa comercializadora, escogían cuidadosamente el marisco mientras dos fornidos chicarrones lo situaban en cajas a la puerta del frigo. Su colocación en los tanque ya era cosa nuestra. Como hombre de tradición marinera, Ángel efectuaba una segunda selección desechando la mercancía que no consideraba adecuada a las exigencias de nuestro mercado. Acabada la carga y tras desenfundarnos de la ropa de aguas tomamos un café en las instalaciones de la empresa. Con el conseguimos entrar en calor y tomar resuello pues cargar seis toneladas de mariscos vivos nos ocupó toda la mañana y los brazos ya daban muestras de cansancio. A mediodía llegó de la isla Lewis, próxima a Skye, un pequeño camión con más género que transbordamos de inmediato. No hubo tiempo para comer de forma convencional. Unas latas de conserva acompañadas de jamón y chorizo y regadas por un buen vino de La Rioja, del que nos habíamos provisto al inicio de esta larga travesía, nos aliviaron de los pinchazos con los que nuestros estómagos nos estaban obsequiando.

EL RETORNO A CASA

El tiempo comenzaba a apremiar cuando el ferry pitufo nos devolvió a la costa escocesa. Comenzaba a oscurecer cuando emprendimos viaje dirección a Glasgow donde era preciso hacer otra recogida en el área de servicio de Bothwell. James es un pescador de la isla de Islay, en el canal que separa Irlanda de Escocia, que mide más de dos metros y que tiene por brazos dos aspas de molino del grosor de un poste telefónico y al que tienen que frenar cuatro o cinco hombre fornidos cuando se pasa dándole al whisky, cosa bastante frecuente en él. Más es de carácter bonachón y agradable en condiciones normales. Habla muy poco español pero suelta tacos y juramentos en nuestro idioma con una facilidad pasmosa. ¡que rápido se aprenden las palabrotas en cualquier lengua¡. Viene con dos camionetas frigo en las que ha recogido la pesca de los marineros de la isla, Se gana bien la vida haciendo de intermediario.. Tras cerrar las puertas del furgón, un apretón de manos y hasta la próxima semana.

A buen paso por la A-74 el zumbido del teléfono nos distrae del monótono ronroneo del motor. Llamada de Gijón. Desde la cetárea D. Rufino, su gerente, nos indica que una última recogida nos espera en Carlisle,, !Maldición¡, Creíamos haber acabado la carga pero no es así. Otra área de servicio, otro pequeño camión frigo con más mercancía y por fin enfilamos proa hacia Plymouth a las tres de la madrugada.
Los minutos en la ruta de vuelta a casa con preciosos. No podemos perder ni uno. En el muelle, el “Duchesse Anne” tiene el portalón arriado y con puntualidad británica levará anclas sin esperar por nadie. En la explanada de la aduana nos encontramos con otros tres colegas que como nosotros retornaban con marisco de las islas Orkney, también en el norte de Gran Bretaña. Son Arturo López, Avelino Suárez y Teodoro López, compañeros semanales de nuestro amigo en su andadura inglesa.

Una vez embarcados, una preciosa francesita que por cierto, habla castellano como los ángeles, nos señala nuestro camarote y tras una ducha reparadora nos vamos a comer al restaurante del ferry. Más surtido y completo que el del “Quiberón”, unido a la gusa almacenada en nuestros vientres durante tres días hace que no veamos delante el sabroso roast-beef con el que fuimos premiados por el maitre del barco.
Pasado el mediodía el ferry emprendió la travesía y de común acuerdo nos retiramos al camarote con la intención de descansar un rato pues la noche se adivinaba larga. La mar mecía el buque suavemente y este balanceo contribuyó, junto a nuestro cansancio, a que en breves instantes el sueño se apoderara de todos.
Desembarcamos en Roscoff cerca de medianoche y tras la obligada visita a la aduna tomamos la ruta de Rennes como almas que lleva el diablo y dándole caña brava al V8 del Iveco. Responde como un pura sangre pese a las cuarenta “arrobas” largas que lleva a lomos. No existen cuestas para él. Ambos conductores vamos frescos tras seis horas de cama y la ausencia de tráfico a esas horas de la noche nos ayuda a mantener una alta velocidad media. A partir de ahora sí se puede decir que el tiempo es oro. Urge estar en Gijón a primera hora de la tarde. La venta de marisco es un tanto peculiar, pues al ser un producto de elevado tiene los días de mejor mercado en los fines de semana para abastecer a los restaurantes de Barcelona y Madrid.
Ángel me releva a la entrada de Rennes y me acuesto en la litera tratando de descansar algo. En Burdeos vuelvo a tomar el volante en una breve parada para aflojar la presión en la vejiga y despierto a mi compañero cerca de la frontera de Irún para que sea él quien agilice los papeles en la aduana. En cuatro minutos estamos listos y enfilamos la autopista de Bilbao en dirección a Donosti a buena marcha. El V8 del Iveco ruge, brama e impone su ley en las pendientes avasallando y adelantando a los colegas. Por llano es casi imposible apartar el ojo del tacógrafo sin correr el riesgo de que la aguja del tacógrafo se pase de lo debido. Mantenemos una media de 100 Km/h que es generalmente aceptada por la Ertzaina circulando por autopistas.

GIJÓN EN EL HORIZONTE

La hora de la comida nos llega en Hoznayo, Cantabria y aprovechamos para llenar los depósitos de combustible de la tractora y de la gabarra, secos ya como la arena del desierto. Repusimos fuerzas en el Hostal Adelma con la satisfacción de no haber comido así de bien en los últimos cuatro días rodados por tierras lejanas. En nuestra mesa tomó asiento un buen amigo y compañero de fatigas: Leopoldo Palacios, alias “Poldo” que con su flamante Daf 95 volvía a casa desde Barcelona, su ruta habitual.
Tras el tonificante café tradicional emprendimos juntos el camino de Asturias en un día claro y radiante que más bien parecía una jornada veraniega que la indicada a estas alturas del calendario. Al pasar la villa marinera de San Vicente de la Barquera tan solo se echaban en falta esos cientos de turistas que durante el estío pululan por sus calles y por su puerto.
La entrada en la villa de Jovellanos volvió a inundar el corazón de esa leve nostalgia que a pesar de los muchos años y viajes sientes cada vez que vuelves a casa. Es una emoción que embarga a todos los hombres de la ruta por duros y fríos que sean cuando se siente la proximidad del hogar.
En la Cetárea El Rinconín la actividad era febril. Los camiones de reparto de pequeño y mediano tonelaje esperaban nuestra llegada para partir raudos y veloces hacia sus respectivos destinos, tras haberles transbordado la preciosa mercancía de los mares del Norte.
Un fuerte apretón de manos y un ¡hasta la vista¡ pusieron punto final a esta pequeña aventura en compañía de un gran profesional que semana sí, semana no, recorre esos 5.000 kilómetros para los paladares más exigentes puedan degustar esas maravilla gastronómicas que son los mariscos vivos.

Nuestro agradecimiento al personal de Cetárea El Rinconín S.A.,
a su gerente Rufino López Rodríguez y a José Mari Sánchez,
así como a Ángel Mariño por su desinteresada y amable colaboración
sin la cual no habría sido posible realizar este reportaje.

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5 comentarios en «EL MARISCO QUE VINO DE ESCOCIA»

  1. Me ha encantado el reportaje, me ha encantado el reportaje, no tenia la revista de este, Muchas gracias por compartirlo Alberto.

  2. Uno de los mejores reportajes de transporte que leído , tuve la suerte de poder leerlo hace la friolera de 32 años , un mocoso que soñaba algún día llegar allí , según leías la historia te iba transportando en tu imaginación al volante de aquel TurboStar , hoy con 41 años puedo decir que gracias a este tipo de reportajes soy un poquito lo que soy … Simplemente Gracias

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