CON NOMBRE PROPIO
Isaac García “Saso”: EL ÁNGEL DE PAJARES
Abril de 1993
Texto y fotos: Alberto Puerta
Ahora que los tiempos, la climatología y los camiones van cambiando, por supuesto para mejor, es necesario volver la vista atrás y rescatar del presente anonimato a esos personajes únicos, entrañables y queridos que un día, no muy lejano, fueron los pequeños héroes de nuestra esforzada profesión.
No existe transportista norteño o de cualquier punto de la vieja piel de toro, asiduo en sus visitas profesionales al Principado de Asturias, que no conozca, recuerdo y aprecie a Saso, “el de la grúa”.
Muy pocos son los que le conocieron por su verdadero nombre: Isaac García Álvarez. Para todos nosotros era y es, afortunadamente y por muchos años, “Saso el de Pajares”. No hacía falta más. En sus años mozos fue un gran esquiador de fondo, cosa que no es de extrañar criándose a la sobra del Negrón, y participó en los Juegos Preolímpicos de Innsbruck y Grenoble.
Hoy, que nuestras máquinas gozan de abundante caballería y coronan con insultante arrogancia las últimas rampas de Pajares con sus escalofriantes rampas del 17 y 15 por ciento, nos parece volver a la prehistoria con el recuerdo de “aquellos locos con sus viejos cacharros”, contando las pistonadas de sus motores para acceder a la Meseta Castellana.
Las sobrecargas, mal endémico de los transportistas de entonces, la exigua potencia de los motores, la nieve invernal y la terrible dureza del Pajares hacían de la lucha diaria por coronar el puerto, una labor de titanes. En esta brega cotidiana todos hemos necesitado, en más de una ocasión, la ayuda de Saso. Y siempre, siempre… estaba allí, en su casa del pueblo, esperando la llamada. Los más previsores, ante la duda, le pedíamos auxilio al pasar por su puerta. No era agradable llegar a lo duro y dar marcha atrás. Tres bocinazos o la célebre “copita de ojén” y a cualquier hora del día, de la noche, ya fuera crudo invierno o agobiante verano, Saso saltaba a su viejo Land Rover de chasis largo para asistir al desvalido. A mucho orgullo tiene el no haber dejado a nadie “tirado”.
Resultaba chocante que con la simple ayuda del Land Rover, pudiéramos finalizar el ascenso. Las manos del “artista” eran parte del milagro. Las cuatro tracciones engranadas y el motor del todo-terreno a punto de explotar son la explicación más sencilla.
Todavía hoy, con la cabeza poblada de canas y el alma curtida por mil y una batallas, un respigo de duda y miedo me recorre el sistema nervioso al recordar aquel momento supremo de poner primera corta, motor a tope de vueltas y soltar el pedal del embrague con pestilente olor a ferodo quemado pegado a la nariz y la violenta sacudida del camión y del Land Rover al ponerse en movimiento… si se ponían. Aquello era el auténtico volapié de un camionero. La hora de la verdad. Al llegar a la cumbre, cerca del Parador de Turismo, donde procedíamos a desenganchar, una profunda sensación de victoria nos embargaba a los dos. Solo faltaba la ovación del público agitando sus blancos pañuelos.
Todas las victorias han de ser celebradas y si ningún otro compañero estaba en apuros, un “manchado doble” en Casa Manazas se encargaba de hacerte entrar en calor, reconfortando a la triunfante pareja. El temible Puerto de Pajares había sido vencido una vez más. La semana próxima, Dios dirá.
UN REO CAÍDO DEL CIELO
Saso pone cara de diablillo burlón, “trasgu” en la mitología bable, al rememorar con regocijo aquellas aventuras.
En el invierno la situación siempre era más peliaguda. A la falta de caballos en el motor había que sumar el calvario de la nieve y el hielo con sus continuos resbalones y derrapajes. Las cadenas, accesorio imprescindible para el transportista asturiano, venían a sumarse a este cúmulo de dificultades por la pérdida de potencia que su arrastre conlleva. Para estos trances Saso rescató de la chatarra un viejo Reo-GMC procedente de Dios sabe dónde, que con sus seis ruedas motrices y su viejo motor de gasolina solventaba con mejor garantía la papeleta. Más tarde sufrió un merecido “lifting”, recibiendo un motor de Super Comet de Pegaso y una grúa hidráulica que elevó su rendimiento.
Las aventuras y desventuras de nuestro amigo quizá merecieran figurar en el libro Guinness de los Récords. Por ejemplo, Saso debe ser la persona que más veces se cambió de ropa en una sola noche en el ejercicio de su profesión. Cuatro o cinco mojaduras hasta los huesos eran la media normal en una noche de invierno.
A la hora de hacer balance cuenta con especial regocijo las dos ocasiones que tuvo que tirarse en marcha, abandonando el Land Rover a su suerte. “la primera vez fue remolcando a un camión de Ttes. Puchades en el 17%. Al llegar el momento de arrancar, el chofer se puso nervioso y se le invirtió el giro del motor. Salimos hacia atrás directos al abismo. Cuando todo estaba perdido saltamos de los vehículos, escapando a una muerte segura. Yo pude salvar el Land Rover porque rompió el gancho y solo dio una vuelta de campana, abollando un poco el techo. Pero el camión bajó al fondo del barranco. La segunda vez fue muy similar y con un camión de Valencia, de Vicente Borrás”.
“Ante la duda, los más previsores pedíamos auxilio al pasar por su puerta. No era agradable llegar a lo más duro de Pajares y tener que dar marcha atrás. Y Saso también estaba allí”.
No hubo trabajo al que Saso hiciera ascos. Desde el remolque normal, pasando por los transportes especiales, hasta el “frenado” de grandes vehículos a la hora del descenso. “ Recuerdo cuando se hizo la autopista -nos comenta- todas las vigas de 40 y 60 Tm bajaron por el puerto. Al ser insuficiente el freno del conjunto enganchaba el Reo a la trasera, aplicando su retención y la frenada. En más de una ocasión estuvimos en serios apuros”. Está claro que es un hombre acostumbrado a caminar con paso firme en el filo de la navaja.
En aquella época lejana, Saso era un elemento imprescindible en el Puerto. “En más de una ocasión -recuerda sonriente- se agolparon más de cuarenta camiones en la zona llamada “del paso a nivel”, esperado que uno tras otro los fuera subiendo arriba. No era de extrañar ya que se sobrecargaban mucho los camiones. Los tres ejes que debieran llevar 16 Tm se presentaban en el Pajares con 23 o 24 Tm y así les era imposible subir. Para rematar, la Guardia Civil apurándome. ¡¡venga Saso súbelos rápido que va a empezar a nevar¡¡ Y yo con dos manos y un Land Rover!!! Pero de seguro que no dejó a ninguno abandonado.
Su dilatada vida de servicio comenzó tras cumplir la “mili” y colocarse como chofer-mecánico en el Parador Nacional. De aquella etapa guarda el recuerdo de una gran nevada que cerró el puerto durante quince días. “El Parador estaba lleno de gente. No había forma de pasar. Las provisiones empezaban a escasear y el administrador me encargó bajar a Busdongo con los esquís para subir alimentos. Menos mal que estaba en buena forma. Todos los días tenía que hacer el recorrido de ida y vuelta cuatro veces, cincuenta kilómetros diarios sobre las tablas, que por cierto no eran tan buenas como las de ahora”.
Por las tardes, concluida su jornada en el Parador y aprovechando sus ratos libres, por supuesto con el permiso del director, Saso comenzó a prestar auxilio esporádicamente a los camioneros que se encontraban en apuros, hasta que el trabajo llegó a ser tan agobiante que decidió dedicarse por entero al mismo comprando su propio Land Rover, e instalando su base de operaciones en el pueblo de Pajares.
En los tiempos que corren, con la ausencia de nieve, la opción de la autopista del Huerna y la gran potencia de los camiones, Saso ha dado un giro a su actividad, pensando en el turismo. No obstante, en el garaje sigue imperturbable el Reo que saldrá raudo de su letargo si cualquier transportista está en dificultades. Un modero Land Rover de chasis corto, una plataforma Nissan recién estrenada y la anciana “abuela” constituyen la flota de Grúas Pajares. Su propietario y alma mater es este hombre tímido, servicial y entrañable, a quien desde las páginas de Camión Internacional y en el nombre de la ingente legión de profesionales a los que brindó su apoyo, queremos decirle simplemente ¡¡GRACIAS SASO¡¡
Como en los viejos tiempos esta entrevista se cerró en el bar del alto del Puerto de Pajares, rodeados por Ricardo, Esperanza, Cari, etc, personajes ligados desde siempre al transporte y al buen yantar, tomando el típico “manchado”, esta vez sencillo, pues hay que conducir de vuelta a casa.
Siendo yo un niño, me acuerdo de quedarnos atrapados en la nieve.
Y mi padre y mi hermana se fueron caminando hasta el pueblo de Pajares a buscar una grúa,( era un Land Rover) me imagino que fuera Saso. El caso es que con aquel Land Rover, sacó nuestro Gordini hasta arriba y pudimos regresar a casa en León. Sería por 1970 año arriba, año abajo
Espectacular. Me ha encantado.
Enhorabuena.